Enfocándome a los argumentos de los diferentes autores se puede analizar lo que expone cada uno referente a estos grupos juveniles.
GIEGO GONZALEZ expone que esta subcultura EMO viene de emotivo y la indagación sobre los orígenes se limita a decir que es una “tribu urbana” que comparte elementos estéticos en su forma de vestir con los góticos y los punk. Se habla también de tendencias suicidas y una propensión a la depresión. Este trabajo pretende contextualizar el fenómeno de la subcultura EMO en el marco de las teorías psicoanalíticas del desarrollo adolescente.
La subcultura EMO posibilita a los adolescentes que deciden formar parte de la misma elaborar el conflicto intrapsíquico propio de esta etapa del desarrollo. Es dentro de los elementos de dicha subcultura que se condensan las angustias propias de la adolescencia. Es también a través de dichos elementos que las principales defensas propias de la adolescencia se manifiestan. Por otro lado Aberastury señala que durante la adolescencia la principal tarea de desarrollo es alcanzar la identidad adulta a través de la elaboración de tres duelos, siendo éstos el duelo por el cuerpo infantil, el duelo por la identidad y el rol infantil y el duelo por los padres de la infancia. El duelo por la bisexualidad infantil acompaña a los tres duelos antes mencionados.
6.1. De la tribu a la sub-cultura
La función oculta y latente de una subcultura no es otra que expresar y resolver, aunque sea “mágicamente”, las contradicciones que persisten, escondidas y sin resolver, al interior de la cultura parental (Gelder, 1997). En un sentido amplio, las culturas juveniles tienen que ver con el modo como las experiencias mutuas de los jóvenes se expresan socialmente, mediante la construcción de estilos de vida propios y distintivos, principalmente en el tiempo libre o en espacios intersticiales de la vida institucional. En un sentido más particular, definen el surgimiento de “micro sociedades juveniles”, con grados importantes de autonomía respecto a las instituciones adultas, y que se dotan de espacios y tiempos concretos. Este cambio terminológico implica también un cambio en el modo de observar el problema, que transfiere el énfasis de la marginación a la identidad, de las formas a las estrategias, de lo espectacular a lo cotidiano, de la violencia al ocio, de las imágenes a los actores, en un proceso histórico en tres etapas: La primera para describir un aspecto visual y un comportamiento que distingue a los diversos grupos; la segunda cuando la Escuela de Chicago, la usa para referirse a una teoría de desviaciones que involucraba a los integrantes con personalidad criminal; y la tercera en Inglaterra, a mediados de los años setentas, cuando surge el Birmingham Centre for Contemporary Cultural Studies (CCCS), entendido ahora como acción de resistencia de los jóvenes de la clase trabajadora, heredera de la posguerra. En este sentido, Hedbige dice que “las objeciones y contradicciones, […] el desafío de la hegemonía representado por las subculturas no emana directamente de ella: en realidad se expresa sesgadamente por el estilo” (Hedbige, 2002: 33)
6.2. De la sub-cultura al estilo
Las subculturas no existen en abstracto sino que se expresan mediante ciertos estilos juveniles más o menos espectaculares. Para Hedbige (2002), el estilo es un modo de rechazo, por el cual la subcultura ayuda a sus integrantes a expresarse y ser vistos y a trocar algunos objetos ya existentes en signos de una identidad prohibida, única y “secreta”. El estilo puede definirse como la manifestación simbólica de las culturas juveniles, expresada en ese conjunto, más o menos coherente, de elementos materiales e inmateriales, que los jóvenes consideran característicos de su identidad como grupo. La mayoría de los grupos juveniles comparten determinados estilos, aunque estos no siempre sean espectaculares ni permanentes (puede hablarse también de estilos individuales, en la medida en que cada joven manifiesta sus gustos estéticos y musicales y edifica su propia imagen pública). Conciernen a la emergencia de la juventud como nuevo sujeto social y se basan en la difusión de los grandes medios de comunicación, de la cultura de masas y del mercado adolescente (Cubides, 1998). Este cambio conceptual corresponde a los llamados estudios postculturales. Un libro clave de esta teoría es After Subculture: Critical Studies in Contemporar y Youth Culture (2004). En este trabajo, los autores plantean nuevas propuestas para estudiar el fenómeno, sin tomar como base al término subcultura, sino el término “estilo subcultural”. Este concepto permite analizar aquellos elementos que confieren un sentido de individualidad y de identificación desde los intereses personales y las biografías de cada integrante (Sweetman, 2004).
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